EL RACISMO EN LA IZQUIERDA PERUANA

Betty Rhaza 

José Carlos Mariátegui, César Vallejo y José María Arguedas, fueron tres grandes escritores y poetas de la izquierda peruana y latinoamericana. Los dos primeros fueron comunistas y sus obras son apreciadas y estudiadas tanto en las escuelas como en las universidades más importantes del mundo. 

En sus diferentes formas de literatura, esta triada expuso los problemas profundos del mundo andino debido a la explotación, racismo y exclusión que sufrían los pobladores originarios de parte de los hacendados, latifundistas y gamonales, los cuales expropiaron ilícitamente las tierras de las comunidades y eran los dueños de los medios de producción (maquinarias, herramientas y dinero). Los “indígenas” eran los peones y siervos que trabajaban en las tierras del patrón y, en las casas de ellos, como sirvientes, donde también eran víctimas de vejámenes, torturas y, en el caso de algunas mujeres, violaciones.

Mariátegui, Vallejo y Arguedas, a través de sus obras, retrataban las grandes desigualdades económicas, sociales y culturales que se vivía en el Perú profundo, desde mediados del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, bajo un sistema económico semifeudal en que la aristocracia concentraba todo el poder en el país, lo que Basadre denominó una República aristocrática. Recordemos que en Lima, capital del Perú, se concentraba el poder financiero de una oligarquía que se enriquecía con las ganancias de la producción agropecuaria, minera y la exportación.

Mientras tanto, en los Andes, los hacendados o latifundistas que pertenecían a la aristocracia blanca y mestiza vivían en un mundo de privilegios a costa de la explotación de los recursos naturales y de la mano de obra barata de los “indígenas”. El gamonalismo fue el mecanismo de opresión y sojuzgamiento que la clase dominante usaba contra los dominados, los cuales originaron abusos que eran protegidos por los gobiernos locales y el Estado. Ante tal situación, los ‘indios’ se encontraban en una situación de desamparo, sin ninguna protección a sus derechos humanos y sobre la tierra que cuatro siglos antes ya había sido arrebatada por los invasores españoles. 

Hay que recordar que el ayllu, forma de organización social y trabajo comunal que se practicaba desde tiempos milenarios y que aún persiste en los Andes, se vio inmensamente amenazada por la política egoísta e individualista de los dueños del poder económico imperante. El mundo cultural y las costumbres autóctonas de los “indios” también fueron vilipendiadas por la clase dominante. La aristocracia intentaba imponer sus costumbres occidentales o europeizadas dentro del mundo tradicional andino y amazónico, despreciando a una raza originaria que se resistía a ser extinguida por la cultura foránea.

Esta situación descrita era insostenible para los “indígenas” por la pobreza, abuso, explotación y racismo a la que eran sometidos, trayendo como consecuencia una migración masiva del campo a la ciudad. Con este movimiento migratorio, las ciudades receptoras de la costa, y en especial la ciudad de Lima, experimentaron un inevitable sincretismo cultural con nuevos mestizajes entre los lugareños de la costa y los provenientes de la sierra, a quienes los primeros llamaban despectivamente “recién bajados” (de los Andes), “indios” o “serranos” (de la sierra). Los inmigrantes trajeron a las ciudades sus costumbres y tradiciones andinas, causando rechazo por parte de la cultura receptora y, por lo tanto, tampoco fueron bien recibidos en la costa sino más bien fueron humillados, maltratados y explotados. 

Con respecto a las ciudades, los inmigrantes fueron sometidos a nuevas formas de explotación donde las relaciones de producción se ajustaban a un capitalismo más desarrollado que en los andes. La industria y el comercio estaban en pleno apogeo y la migración trajo consigo la mano de obra barata que los capitalistas necesitaban para acumular más riquezas. En términos urbanos las ciudades de la costa peruana y, sobre todo, Lima, empezaron a experimentar el aumento no planificado de las barriadas alrededor de las urbes, trayendo como consecuencia la sobrepoblación y el aumento de la economía informal. Bajo esos nuevos escenarios de “intromisión racial” en las ciudades, el racismo también se profundizó contra los nuevos mestizos que poblaban las barriadas, a quienes no dejaban de llamarlos “serranos” o “cholos”. En la actualidad, el racismo es aún un problema que no ha terminado, viniendo no solo de los “blancos”, criollos y mestizos sino también de los mestizos con piel más clara contra otros mestizos de piel oscura, indígenas y familias campesinas que siguen llegando a las ciudades. 

Ante todo lo expuesto, se puede afirmar que el racismo en el Perú es un fenómeno sistémico que está intrínsecamente ligado a los modos de producción en donde la superioridad de las clases dominantes y dueños de los medios de producción ha imperado sobre las clases dominadas, quienes solo son dueños de sus fuerzas de trabajo.  

Así mismo, el racismo como tal es un fenómeno tan complejo que trasciende en todos los niveles de convivencia social y seguirá existiendo mientras la sociedad peruana siga dividida en clases. El racismo es, además, un problema de interacción entre los complejos psíquicos de superioridad e inferioridad dentro de la mentalidad social. Esto implica que la superioridad de los que se sienten superiores en detrimento de los que discriminan al verlos como seres inferiores, se va repitiendo constantemente por estos últimos hacia otras personas o estratos que ellos también consideran inferiores. Esta repetición en la psique de las personas forma una cadena interminable de supremacistas que se alimentan del racismo para sentirse importantes y aceptados en los estratos inmediatos superiores.

Este fenómeno racista también se evidencia en nuestras izquierdas peruanas. Recientemente, en las últimas elecciones generales del 11 de abril, el Perú fue un escenario -más bien diría un pobre espectáculo- de ese odio racista reprimido, no se sabe cuánto tiempo, contra lo provinciano y lo serrano que se expresó en la persona de Pedro Castillo, candidato del partido de izquierda Perú Libre, un campesino, rondero, profesor y dirigente sindical, natural del distrito de Tacabamba, provincia de Chota, del departamento andino de Cajamarca. Las redes sociales de cientos de izquierdistas fueron inundadas con odio y desprecio, a través de insultos racistas, por dicho candidato, específicamente, por parte de lxs seguidores de la candidata de clase media y socialdemócrata.

Fueron lamentables las expresiones racistas que sorprendentemente vinieron, incluso, de conocidos y reconocidos periodistas, candidatos, escritores, poetas, músicos e intérpretes de la música andina, residentes en el extranjero o en el Perú, quienes se consideran de izquierda. Ante todo el racismo vertido en las redes sociales y los medios no queda sino preguntarse: ¿Qué dirían nuestros tres amautas sobre estos izquierdistas racistas? 

Personalmente, considero que este racismo expuesto durante el pasado proceso electoral por miembros de la llamada izquierda progresista y de clase media, incluso por personas del mismo pueblo, jamás deben repetirse. Por eso es necesario que todos estos hechos queden escritos y registrados en la historia como un referente negativo para no ser copiado por las futuras generaciones.

Al respecto, durante una conversación de análisis y crítica a tales comportamientos racistas, un amigo, antropólogo y ex compañero de aulas universitarias, me escribió acertadamente un texto sobre la división y el racismo de la izquierda, el cual merece ser compartido:   

…la izquierda aquí y allá está dividida y mientras estemos nosotros seguirá así. Cuando nos vayamos a la tumba como generación seguirá dividida y lo más triste y vergonzante para el país es que le estamos legando esta tara de ser izquierdista a la nueva generación y quién sabe si ellos corrijan o reproduzcan esta rémora de incapacidad para estar a la altura de las demandas del país … (Jacobo Alva Mendo; Whatsapp chat; 8/04/2021) 

Finalmente, me sigo quedando con Mariátegui, Vallejo y Arguedas, escritores izquierdistas de gran talla que supieron identificarse con el mundo andino y ese Perú profundo, crudo y resquebrajado económica, social y culturalmente. El Perú se cae, cada vez más, hacia un abismo interminable y con esa conducta de algunxs izquierdistas no vamos a poder sacarlo adelante. El país nos necesita para sacarlo de esta democracia en crisis, corroída por el capitalismo neoliberal y una corrupción enquistada en todos los niveles institucionales del Estado. Nuestro país está por cumplir los 200 años de su primera independencia y llega a esta con la apariencia de una republiqueta disfuncional que aún arrastra ese racismo rancio y cruel que se heredó desde la llegada de los invasores a nuestras tierras tahuantinsuyanas, en 1532. 

¡Por la reconquista de nuestras tierras! 

¡Por la reconquista y continuidad del Socialismo Tahuantinsuyano! 

¡Por una izquierda que se identifique con las luchas de la clase obrera y el campesinado! 

¡No al racismo! No al clasismo! No a cualquier tipo de discriminación!

¡El pueblo unido jamás será vencido! 

Ⓒ 2021 Betty Rhaza
Foto: Internet
#BettyRhaza

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