Uwe-Karsten Heye, Los Benjamin. Una familia alemana, Madrid, Trotta, 2020.
Narrar una « novela familiar » o reconstruir el itinerario vital de los protagonistas de una familia célebre y trágica no es tarea simple. Sobre todo, si las existencias individuales de los biografiados son fragmentarias, escasas. Ante tales dificultades, el biógrafo o el historiador debe hacer esfuerzos que rayan en lo titánico, valiéndose de una búsqueda larga, a veces infructuosa, que no siempre da los resultados esperados. Si a esto le añadimos también el trabajo de imaginación del escritor, podríamos ver « salvada » la tarea. Pero lamento decir que éste no parece ser el caso. Y digo esto por muchas razones que trataremos de desarrollar a lo largo de este texto. Se sabe que el autor es socialdemócrata, periodista, ha sido diplomático, representando a Alemania Federal y, last but not least, fue jefe de prensa del canciller Willy Brandt y autor de sus discursos, entre otras cosas.
A medida que leemos esta suerte de « novela familiar » o biografía de los hermanos Walter (1892-1940), Georg (1895-1942) y Dora Benjamin (1901-1946), nos percatamos de la filiación política del biógrafo quien lanza abundantes hipótesis como si la Historia y el pensamiento de sus biografiados tuvieran el deber de apoyarse en ellas para resultar creíbles no a los ojos del lector, sino a aquellos del autor. Mas aún si se lleva a cabo la tentativa probablemente un tanto forzada de entrar en sus cabezas dando rienda suelta a la ficcionalización, lo cual nos hace caer probablemente en el « hibridismo » un tanto artificial de la obra, es decir, no es una biografía según los cánones; tampoco es una novela inspirada « en » la vida de los hermanos Benjamin y más bien da la impresión de ser una reunión de ensayos periodísticos livianos « sobre » la familia Benjamin. O quizás lo que mejor se ajustaría a esta obra es la de una « crónica familiar » de los Benjamin, según lo que dicta la « moda » actual. Y esto plantea algunos problemas, puesto que, por ejemplo, no encontramos esa estimulante « densidad » de la narración de los hechos brindados por las biografías de tipo clásico, en las cuales el relato hace leer la vida total, totalizante, del o de los biografiados. Carece, asimismo, de esa consistencia estructural de los ensayos con tintes biográficos en los cuales leemos las ideas, su historia y su desarrollo de forma orgánica.
En este texto, Uwe-Karsten Heye va indagando a través de muchos tentativas, como si tuviera que pescar en aguas agitadas para poder obtener algo que, según él, lo sostenga y justifique en su labor. Para esto, además de recurrir a textos esencialmente alemanes, lo cual limita mucho sus horizontes de búsquedas y de hallazgos, dado que existe, afortunadamente, una copiosa bibliografía sobre la vida y de la obra de Walter Benjamin en inglés, francés e italiano, por ejemplo, el autor recurre a la figura y al testimonio de Hilde Benjamin, cuñada del Dr. Walter y esposa de su hermano Georg, médico, asesinado en el campo de concentración de Mauthausen en 1942, y de su hijo Michael « Mischa » Benjamin, quien atraviesa el proceso de descomposición de la RDA, a partir de 1989. Con una omisión importante que habría podido también añadir valiosas informaciones al « puzzle » benjamiano : el testimonio de las herederas sobrevivientes de Stefan Rafael Benjamin, hijo único del Dr. Walter, fallecido en Londres, en 1972. Eso tal vez habría completado la memoria de los Benjamin, una memoria de sobrevivientes ante la tragedia y ante la barbarie de la contemporaneidad.
Heye atribuye a Hilde Benjamin (1901-1989), abogada, comunista como sus parientes políticos, una precisa función política e histórica de reconstruir el relato familiar del lado de Georg y el hijo de ellos, Michael (1932-2000), tendría que hacer otro tanto con respecto de sus padres, en particular de su madre. Estas operaciones dan una imagen de recomposición de los fragmentos de un todo incompleto o inconcluso, en trance de hacerse. En la trayectoria vital de Hilde Benjamin, descubrimos su labor de abogada al lado de los militantes comunistas durante la efímera República de Weimar y asimismo el ejercicio de la profesión de médico y militante de Georg Benjamin en el proletario barrio berlinés de Wedding en donde el paisaje humano y social revela el siempre lado salvaje del capitalismo y las consecuencias devastadoras de la última guerra imperialista dejadas como pesada herencia por la inefable Alemania guillermina.
La labor de Georg, junto con la de su hermana Dora, economista y militante también, nos ilustran la firme posición ética y política de los Benjamin, los cuales optan por la lucha por el cambio y por los ideales de justicia dentro de la realidad concreta. Los tres hermanos, Walter, Georg y Dora han abrazado el marxismo, puesto que ésta es la única ideología generadora de transformación porque no creen en las derivas ni en el camaleonismo ya demostrado con creces por el accionar de la socialdemocracia alemana. Dora Benjamin, quien al principio colabora con Georg y habría podido tener un brillante futuro de investigadora si no hubiera sido por la degradación de la situación política en su país y la avanzada inexorable de la barbarie, será una presencia decisiva para Walter, a partir de 1933, cuando ambos deberán tomar la senda del exilio en París.
Las relaciones entre los tres hermanos Benjamin están caracterizadas por la solidaridad, la presencia constante y la asistencia recíprocas. Sin embargo, Hilde y Georg verán truncadas sus vidas y sus profesiones; ambos se verán impedidos de «ejercer» sus profesiones como consecuencia de las leyes promulgadas por los nazis quienes están acelerando las medidas para armar el marco legal de exclusión de los ciudadanos judíos de las profesiones liberales y de la burocracia estatal. Georg sufre su primer arresto y transcurre algunos meses en el primer campo de concentración para comunistas de Sonnenburg. Luego es liberado y se encuentra con la prohibición de ejecer como médico generalista. Hasta su nuevo arresto del cual no regresará jamás y muere, como muchos prisioneros, en circunstancias misteriosas, en el campo de concentración de Mauthausen en 1942. Hilde consigue un empleo en la delegación comercial soviética que le permitirá sobrevivir hasta inicios de la guerra en la cual se refugiará con sus padres.
Los retratos o perfiles de los hermanos Benjamin aparecen con esa carga de humanidad que bien les correspondía a ellos. Georg, médico, sobrio, humilde, con una profunda sensibilidad por los niños que le venía probablemente de su experiencia en una escuela berlinesa, quien trata de mantener una relación estrecha con su único hijo Michael « Mischa » desde la prisión, a través de cartas, en las que el aspecto lúdico posee el significado de fijar su presencia y su rol de padre, algo que nos sugiere la comunicación de otro célebre prisionero de la época, Antonio Gramsci. Su posición frente al encierro se podría definir como una suerte de sobriedad resignada o de escepticismo realista ante la lúcida percepción de la imposibilidad de ser liberado. Dora, la economista de la familia, ha entendido bien que su objeto científico no puede alejarse de su dimensión social y extiende sus conocimientos hacia la pedagogía infantil. Es una mujer de una profunda sensibilidad que no la pierde frente a los embates de la adversidad. Como es notorio, el itinerario de Walter es errante, curioso y sobriamente trágico, viviendo al lado de Dora durante el período de graves carencias materiales en un París políticamente inseguro e indiferentemente hostil hacia los extranjeros. La tragedia que golpea a los hermanos Benjamin es la tragedia europea que divide y separa, que atomiza, hasta en la muerte : Georg muere en Mathausen, Walter probablemente suicida en Port-Bou y Dora en Suiza donde logra refugiarse.
Luego de la derrota del nazismo, la tarea fundamental de la Historia exige la edificación de un nuevo territorio alemán liberado de la pesada herencia que viene de ser derrotada con la notable contribución soviética. A Hilde Benjamin le viene encargada una misión : reorganizar el aparato de justicia de la nueva Alemania y lo lleva a cabo de manera rigurosa. Dicho objetivo es el de « desnazificar » el aparato del Estado. El compromiso de Hilde Benjamin está dictado por sus convicciones que la adversidad ni la tragedia lograron diluir y es nombrada Fiscal General. Instituye y forma a los « jueces populares », cargos coadyuvantes del aparato judicial, imprescindibles para reemplazar y dar legitimidad a la mecánica del proceso. Son años de preparación de lo que se sellaría como la proclamación de la RDA en 1949. Toda esta experiencia genera la reacción del aparato propagandístico de la Alemania Federal, controlado sin problemas por nazis, puesto que en dicho país, ya sea el aparato estatal que el sector privado, nunca se « desnazificaron » realmente, pese a la retórica fundamentalista-democrática con la cual se recompuso el escenario europeo con la instalación de la larga y siniestra « Guerra Fría ». Hilde viene difamada por los medios de prensa « occidentales » con argumentos tan torpes como inconsistentes, por ejemplo, a través de apelativos ofensivos como « Hilde, la sanguinaria » o « Hilde, la india » por esa prensa « occidental » que nunca cesó de ser íntimamente nazi.
La labor de Hilde Benjamin al frente del Ministerio de Justicia de la RDA fue realmente rigurosa y bien organizada y, a pesar de eventuales falencias y errores, tuvo como objetivo supremo restituir la justicia a las víctimas del nazismo, primero a través de una « desnazificación » sin cuartel del aparato judicial y luego a través de una eficiente maquinaria de ese mismo aparato el cual velaba también por erradicar penalmente los delitos ligados al antisemitismo y al racismo. De la lectura de esta obra, a parte la visión socialdemócrata del autor, se desprende un hecho que es digno resaltar, es decir, la admisión y no la negación habitual de que en Alemania Federal u « Occidental » jamás se llevó a cabo la « desnazificación » en todos los sectores de la vida social, in primis, el aparato del Estado porque el mensaje turbio de la « Guerra Fría » apuntaba con recuperar en clave anticomunista y antisoviética a los nazi-fascistas en todos los sectores activos de la sociedad. Es el caso de países, además de Alemania, tales como Italia, Francia, Grecia, etc. Otro ejemplo muy ilustrativo sobre lo que hemos mencionado, es decir, los esfuerzos del juez Fritz Bauer de Alemania « Occidental » de restituir justicia fueron enormes y casi siempre estuvieron saboteados por el mismo aparato estatal pululante de nazis, mientras que, a la cabeza, su líder Adenauer narraba la fábula de la libertad y de la democracia. Su mérito personal y casi privado, secreto, fue el de poder encontrar a Adolf Eichmann en Argentina y luego entregarlo a la justicia de Israel.
Los Benjamin. Una familia alemana, a parte sus falencias y sus contradicciones tiene el mérito de develarnos a Hilde Benjamin, a Michael, a Dora, Georg y Walter, y a aquello que siguió luego de su desaparición física. Quizás podamos también leerlo justamente como una « crónica », como una suerte de preludio a las biografías individuales de los hermanos del Dr. Walter, para adentrarnos mejor en la riqueza intelectual de sus vidas y en la rectitud ética que los acompañó hasta el final.
Luis Dapelo
París, noviembre, 2020.