
Política regenerativa
Me gustaría poder escribir sobre política con algún conocimiento más extenso de leyes y otras áreas que me hicieran más apta para la tarea a la que me dispongo. Pero no es así. También me gustaría haber resuelto en mayor profundidad algunos de mis propios conflictos internos que aún remueven mareas de rabia en mi interior ante muchas de las temáticas sociales que son importantes para nuestra convivencia. Debido a la edad que tengo y en conjunción con esa rabia mal canalizada, en muchas ocasiones no logro transmitir nada de lo que quiero. Mis ideas se pierden por el camino y no llegan a los oídos del interlocutor, que hace tiempo se ha distraído o está pensando en su mente una respuesta defensiva, en comprensible reacción a mi energía agresiva.
Poco a poco me he ido dando cuenta de que los mejores divulgadores y las ideas que más han tocado el corazón de las personas, lo han hecho por haber sido transmitidas con elevado compromiso y pasión por el tema pero sin estar comprometidos emocionalmente. Es como si nuestro subconsciente supiera que aquello que es alimentado por una emoción está abogado a fundirse y pasar como una ola, mientras que aquello que se sustenta en la claridad de una visión trabajada, contrastada y templada por el tiempo y la experiencia puede realmente suponer un cimiento sólido para algo real y perdurable.
Cuando pienso en la política siempre me ha costado no reaccionar emocionalmente, y cuanto más capaz soy de percibir mis emociones, más sé que no querría tomar decisiones sobre la construcción y participación activa en una sociedad desde la volatilidad emocional. Hay un enorme aprendizaje en el conocimiento de nuestras emociones, en el entendimiento de lo que nos mueve y de lo que impulsan en la vida. Las emociones generan la marea química en nuestro cerebro sobre la que se basan todo el resto de actividades neuronales. Nuestra corteza prefrontal se ha desarrollado, entre otras cosas, para regular y moderar estas emociones para poder dar respuestas adaptativas en un medio que es cada vez más complejo, si bien es cierto que las personas que tiene un excesivo control sobre sus emociones también sufren de una rigidez y una obsesión de control que tampoco les permite adaptarse y moldearse positivamente al medio. Tampoco quiero decir que debamos ser humanos perfectos y vivir en absoluta armonía, sino llegar a conocer y entender mejor nuestras emociones, sus ciclos, sus subidas y bajadas naturales, para saber navegar y orientarse mejor cuando haya mares calmados pero también en las tormentas. Entonces como con todo, ni mucho ni tan poco, no caer permanentemente en una planicie emocional ni dejarse llevar por un excesivo vaivén de las emociones para llevar una vida saludable, y por tanto me permito extrapolar esta conclusión a la política, donde la toma de decisiones sobre el futuro de los ciudadanos debería de evitar estas rigideces o explosiones.
Empiezo a detectar estas tendencias cada vez más rápidamente en toda línea política que veo, y ha empezado a resultar tremendamente predecible como va a reaccionar todo político o persona que identifique parte de su ser y pensar con algún partido o ideología. El reconocido aumento en la polarización política viene en gran medida de esta dinámica, que se retroalimenta pues no es una tarea fácil el manejo de las emociones bajo presión. Siempre pensé que fuí rara en ese sentido porque tengo la tendencia a entender la manera de sentirse de todos los partidos, veo su manera de mirar, veo su valor y su función, valoro sus esfuerzos igual que veo sus sombras.
Recientemente a raíz de ver un documental sobre cambio climático, he empezado a dar vuelta al concepto de ¨política regenerativa¨. Creo que es pronto para definir este concepto y me gustaría más bien que se definiera a sí mismo en la mente de aquellos que quieran tomarlo en sus reflexiones personales. Voy a proponer algunos bloques o unidades de pensamiento algo aisladas a partir de las cuales trabajar y construir el concepto entre todos:
Igual que se ha introducido el concepto de agricultura regenerativa donde se cultiva y promueve el uso de la propia habilidad regenerativa de la tierra para producir todo lo que necesitamos partiendo de la biodiversidad y la sinergia de los recursos adaptados al medio, se podría plantear una política regenerativa que cultiva y promueve el uso de la habilidad de los seres humanos de auto responsabilizarse de sí mismos para producir las estructuras de convivencia que necesitamos partiendo de la diversidad y la sinergia entre nuestros perfiles ideológicos y culturales adaptados al momento y circunstancia. Para ello, entre otras cosas, se ha de empezar conociéndonos a nosotros mismos, y podría ayudarnos tener en cuenta los siguientes principios:
La forma en que funciona nuestro cerebro implica una mirada de la vida, la naturaleza y todos los seres que la componemos, bajo principios y leyes que se dan a lo largo de un continuo dual que las permite ser descritas, comprendidas y reconocidas. Representamos mentalmente una cualidad en conjunción con su opuesta, ya que por ejemplo, sin la oscuridad no habría luz, sin el dolor no habría placer, etc… Partimos pues de un pensamiento dualista desde el cual podamos comprehender y actuar en la realidad.
Derivado de esto se intuye que puede haber un momento y forma para que hasta las expresiones más extremas de nuestro ser, incluyendo las ideologías, tengan su lugar. Queda mucho camino de exploración interior para saber que lugares son esos.
El principio de dualidad a veces nos lleva a pensamientos dicotómicos que atrapan a nuestra mente y sentido de identidad en su autodefinición necesariamente en oposición a su contrario. Es posible reconocer estos procesos, a través de la observación continuada, y comenzar a ampliar las autodefiniciones reconociendo todo el continuo, y también buscando aquello que en nosotros puede definirse en forma positiva, constructiva hacia valores que ayuden a construirnos de manera proactiva y no defensivamente.
Es cierto que tanto la identificación con los extremos como la fluidificación excesiva de la conciencia sin límites impide o dificulta la proliferación de la vida provechosa para todas sus formas. Imaginemos un río con unos bancales demasiado duros que no se adapten a los cambios de mareas o uno con los bancales demasiado maleables en que el río acabara dejando de existir. Este principio podría aplicarse estudiando los momentos y lugares en los que sean necesarias diferentes actitudes, valores o incluso leyes según un acordado reconocimiento de cómo funcionan estos principios en esas situaciones. Sería posible pensar en crear estructuras resilientes, funcionales y lógicas que acomoden las necesidades de todos y que se puedan reformular de acuerdo a criterios acordados, dentro de unos marcos que nos alejen de las relativizaciones infinitas y de las categorizaciones extremas que impongan su forma de ver las cosas.
Por último, hemos perdido el contacto con las profundidades de nuestro ser ante el miedo y dolor que nos causan, e inadvertidamente tendemos a proyectarlos hacia afuera. Esta dinámica de nuestra mente es bien conocida, y cada vez más evidente, sobre todo en cualquier conversación sobre política. Cuantas más personas sean conscientes de ello, y cuanto más invitemos y animemos a los demás a enfrentar a sus propios demonios internos, en mejor disposición estaremos todos de sentarnos a pensar sobre cómo resolver lo que tenemos en frente. Precisamente muchos de los problemas que afrontamos como sociedad vienen de este principio de proyección, y tengo la fe de que cuanto más se trabajen muchas de las grandes bestias con las que parece que luchamos, éstas se disolverán por sí mismas en los corazones y mentes de las personas. Luego podremos ir a mirar de frente a los otros, desde un interior trabajado y realmente escuchar y plantear opciones posibles de convivencia para todos.
Yo misma me veo limitada en mi capacidad, y sigo en mi camino de cultivo interior, y precisamente por ello considero que estas cosas se averiguan caminando en conjunto, ayudándonos a ver cuando no vemos por nosotros mismos. Podemos asumir que todos partimos con una gran ceguera sobre muchos ámbitos de la realidad, y que solo uniendo las miradas alcanzaremos a ver algo del mapa con el que guiarnos para actuar y vivir por el bien de todos.
Me gustaría terminar compartiendo alguna de las preguntas con las que me voy a hacer compañía en los próximos días o semanas al respecto de este tema:
¿Sería práctico o positivo una sociedad en la que diferentes sectores de la vida fueran regidos por distintos partidos ideológicos?
¿Podríamos acordar una serie de áreas en las que dejar las ideologías de lado y se tomen decisiones en base a una serie de valores acordados conjuntamente? Por ejemplo, como se intentó que fuera el sistema de la división de poderes.
¿Podría haber sectores donde se contara más a menudo con la participación ciudadana para las decisiones, y otras áreas en las que se emplearan criterios técnicos que fueran asesorados por técnicos expertos?
¿Podríamos analizar las estructuras sociales como un cerebro donde hay tareas/áreas que se gobiernan desde principios más lógico-racionales y otros más creativo-subjetivos? o por ejemplo, con respecto a la disputa de género, ¿áreas donde las cualidades femeninas sean las estructuras regidoras y generadoras de valor y otras las cualidades masculinas?
Tenerife a 28 de Octubre de 2020.