Hacia una política por la vida
Biólogo por la UNAM, donde también realizó la maestría y el doctorado en Ciencias. Pionero en México en la investigación de la etnobiología y la etnoecología, es uno de los líderes académicos en estos campos en el ámbito mundial, además de ser reconocido internacionalmente por sus aportaciones teóricas sobre las relaciones entre las culturas indígenas y la naturaleza. En 2011 fundó y coordinó una nueva Red Temática del Conacyt sobre Patrimonio Biocultural, y se ha desempeñado como investigador del Instituto de Ecología y del Instituto de Investigaciones sobre Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM. Entre sus libros destacan México: diversidad de culturas, La paz en Chiapas: ecología, luchas indígenas y modernidad alternativa, La modernización rural de México: un análisis socioecológico, Ecología, espiritualidad, conocimiento y Ecocidio en México: La batalla final es por la vida. Ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Nacional Medio Ambiente 1985, el Premio al Mérito Ecológico por el gobierno de México en 1999 y el Premio Luis Elizondo del Instituto Tecnológico de Monterrey en el 2000. Actualmente, ex titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT).
Entramos ya a una etapa en la que se va deslindando, con mayor nitidez, una visión del mundo donde habrá que enfrentar un dilema supremo en- tre colapso o transformación civilizatoria, entre extinción o supervivencia. Se trata de enfrentar a las fuerzas de la destrucción que hoy marcan el devenir del mundo moderno y cuya fuente primigenia es una civilización suicida y entrópica que desata el caos, la miseria humana, la injusticia más extrema y la depredación de nuestra Casa Común. Todo ello significa que debe realizarse una rebelión civilizatoria, un cambio total en las maneras de concebir y practicar la existencia, y primordialmente la política. Necesitamos ya una política desde, por, para y con la vida.
Los acontecimientos más recientes nos dicen que ha llegado la hora de asumirnos como seres humanos que compartimos un destino común, y eso implica el fin de las ideologías, no de unas u otras, sino de todas, las de izquierda, centro y derecha, y su sustitución por la conciencia eco-política, genérica y planetaria de las mujeres y los hombres. “Idólatras por instinto –afirmó E. M. Cioran–, convertimos en incondicionados los objetos de nuestros sueños y de nuestros intereses. La historia no es más que un desfile de falsos absolutos, una sucesión de templos elevados a pretextos, un envilecimiento del espíritu ante lo improbable”. Porque como bien demostró Morris Berman (1992) en su libro Cuerpo y Espíritu, la cara oculta de Occidente, los “ismos” surgen en los seres humanos cuando éstos no tienen un verdadero anclaje somático, cuando ya no cantan ni danzan, ni están atados al movimiento de la vida, que es lo que hace latir lo humano (ying/yang). Y en esto, los grandes maestros son los 7,000 pueblos indígenas del mundo con su “buen vivir” y sus “comunalidades”.
La especie humana sobrevivió y persistió durante 300,000 años porque aprendió a escuchar y a interpretar los mensajes de la naturaleza. De una naturaleza sacralizada. De esa ecología sagrada donde cada montaña, manantial, río, roca, planta o animal poseen la capacidad de diálogo, los humanos derivaron una cierta “ética natural”. De la lectura o interpretación de los mensajes, los seres humanos aprendieron a ajustar, adaptar y modificar sus comportamientos y sobre todo sus modos de organizarse, en un verdadero juego por la supervivencia. La domesticación de la naturaleza (que no su dominio o sujeción) siempre fue un acto de domesticación del ser humano. El proceso civilizador fue recíproco, es decir co-evolutivo. Al domesticar especies, paisajes, cursos de agua, la naturaleza domesticó a los seres humanos. Este proceso duró hasta hace unos 4,000 años, cuando aparecieron las primeras relaciones coercitivas (señoríos) y después las sociedades estatales cada vez más complejas.
Con el advenimiento de la modernidad, urbana, industrial y racionalista, esa relación terminó siendo anulada. A los ojos de los modernos, la naturaleza pasó a convertirse en un sistema, en una máquina, a la que había que analizar y escudriñar a través de la ciencia para extraerle sus riquezas. De la naturaleza como entidad sagrada se pasó a la naturaleza como recurso a explotar, como capital natural. La naturaleza se convirtió en la esclava de la humanidad. Este fenómeno que Morris Berman (1987) llamó el “desencantamiento del mundo”, se halla en la esencia de las llamadas catástrofes o desastres naturales.
Hoy, por fortuna, tras más de cinco décadas de un conocimiento a contracorriente, que ha partido en dos a la academia, la naturaleza ha recobrado su voz por conducto de la ciencia. No de cualquier ciencia, sino una ciencia comprometida con la emancipación social y el rescate ambiental del mundo. Es esta ciencia la que nos ha documentado con enorme detalle sobre la crisis ecológica de escala global, sobre el calentamiento del planeta, y la que también nos está marcando nuevas pautas para la liberación social y la transformación civilizatoria (Toledo, 2019).
Debe realizarse una rebelión civilizatoria, un cambio total en las maneras de concebir y practicar la existencia, y primordialmente la política. Necesitamos ya una política desde, por, para y con la vida.
Ha llegado la hora de expulsar las tentaciones irracionales y monstruosas de las élites, que fincan sus gobernanzas en el odio a los otros, en la exclusión, en el exterminio y en la guerra, en la negación del conocimiento razonado, en la “barbarie de la pureza” (Ospina, 1994) y especialmente en la destrucción de la naturaleza. Son los estertores finales de una casta o clase que ha dominado al mundo durante los últimos 4,000 años, cambiando de nombre, disfraz, gestos, máscaras, maneras, pero manteniendo la misma actitud de soberbia y desprecio por los otros. Son los señores, sátrapas, faraones, dictadores, reyes, emperadores y magnates de siempre. El mundo irracional e injusto ha tocado fondo.
Los acontecimientos más recientes nos dicen que ha llegado la hora de asumirnos como seres humanos que compartimos un destino común, y eso implica el fin de las ideologías, no de unas u otras, sino de todas, las de izquierda, centro y derecha, y su sustitución por la conciencia eco- política, genérica y planetaria de las mujeres y los hombres.
Jamás una minoría de minorías había dispuesto de tanta riqueza y poder para aplastar al resto. Los ciudadanos organizados deben acometer, rodear y vencer a esas minorías que buscan esconderse tras muros de ignominia o vivir respaldados por gigantescos ejércitos y millones de soldados. La fórmula secreta para lograrlo es cooperación, solidaridad y organización de la fuerza indestructible que significa el poder social, popular o ciudadano. La paz del mundo sólo vendrá de forma plena e irreversible cuando el último de los explotadores sea eliminado por una sociedad basada en el equilibrio, la equidad y la aplicación estricta de los derechos universales de los hombres, que es el verdadero gran legado del mundo moderno.
Llegó la hora de romper los límites ficticios de las fronteras que han marcado los Estados-Nación, para construir un solo mundo, que es a la vez biológica y culturalmente diverso y sexualmente polícromo, y en donde el rol de las mujeres deberá ser reconocido, dignificado y valorado en su verdadera dimensión. Donde la inmigración se habrá diluido porque habrá libre tránsito. Los seres humanos podrán caminar todo el planeta y no habrá más pasaportes que su propia existencia y su dignidad de seres humanos, porque “hay que sentir con entraña de humanidad”, como lo señaló José Martí. Llegó la hora de practicar un radicalismo sensato, porque como lo dijimos en el 68, “ceder un poco es capitular demasiado”.

Parque Nacional Bahía de Loreto, en Baja California Sur. Fotografía: Archivo de la SEMARNAT.
Hoy es la hora de los hornos, del retorno al arte de la agricultura delicada, de la economía social y solidaria, del ensanchamiento de toda forma de cooperativa, de una ciencia para los pueblos y no para las corporaciones, y de tecnologías humanizadas y democráticas. Entremos a la época en la que comenzará a practicarse una educación libre y libertaria, sin escuelas racionalistas y supresoras de la creatividad. Una escuela de seres sentipensantes, no una fábrica de obedientes soldados industriales o de robots que se nombran científicos.
Llegó la hora de cerrar las fábricas de automóviles, el ogro industrial que mata cada año a un millón de seres humanos, a dejar confinados bajo la tierra el petróleo y el gas, a cerrar para siempre los bancos y las corporaciones y sustituirlas por cooperativas de ahorro y de trabajo y por empresas familiares, a prohibir los campos de concentración donde fenecen millones de animales (cerdos, pollos, reses), a retornar a los paisajes diversificados y a las selvas exuberantes, a enverdecer las ciudades y convertir los parques y baldíos en zonas de producción barrial de alimentos, y a acabar con los extensos campos de golf y con los descomunales latifundios de cultivos transgénicos (Sudamérica). Necesitamos ya una ecopolítica, una biopolítica, una política por, para y con la vida.
Hoy, por fortuna, tras más de cinco décadas de un conocimiento a contracorriente, que ha partido en dos a la academia, la naturaleza ha recobrado su voz por conducto de la ciencia. No de cualquier ciencia, sino de una ciencia comprometida con la emancipación social y el rescate ambiental del mundo.
Referencias
Berman, M., 1987, El reencantamiento del mundo, Editorial Cuatro Vientos, 343 pp.
Berman, M., 1992, Cuerpo y Espíritu, la historia oculta de Occidente, Editorial Cuatro Vientos, 418 pp.
Cioran, E. M., 1991, Breviario de podredumbre, Taurus Ediciones, 195 pp.Ospina, W., 1994, Es tarde para el hombre, Literatura Random House, 116 pp.
Toledo, V. M., 2019, Los civilizionarios. Repensar la modernidad desde la ecología política, UNAM/Juan Pablos Editores,187 pp.
SOLICITUDES A SEMARNAT EN LAS MAÑANERAS 2020
(1) Maltrato a Animales ENERO 27
(2) Contaminación industrial a río Metlapanapa y 4 comunidades en Puebla ENERO 30
(3) Planta de amoniaco en Topolobampo, Sinaloa FEBRERO 17
(4) Río Atoyac y plan de atención a ríos contaminados FEBRERO 19
(5) Daños ecológicos de la agro-empresa Enerall en Yucatán MARZO 3
(6) Daños ecológicos en San Luis Potosí MARZO 6
(7) Invasión de ejido a la Reserva del Pinacate en Sonora MARZO 23
(8) Dragado de arena por empresa en Cancún, Q Roo ABRIL 27
(9) Agua y humedales en San Cristobal de las Casas, Chiapas ABRIL 30
(10) Proyecto en zona de playa de Cancún, Q. Roo MAYO 11
Ilustración por Emilio Morales Ruiz