Crónica de una tumba muy visitada

A pesar de ser un día con relativamente poca gente en las calles, por ser domingo 15 de marzo  y por la situación de la pandemia del coronavirus, la gente aún se congregaba en el Waterlow Park que se sitúa al lado del cementerio de Highgate, para convivir en familia y pasear a los perros. Y es que, a pesar de que se convocó como en los últimos años, a conmemorar el fallecimiento de Carlos Marx en sus 137 años que ocurrió el deceso, el evento se canceló a ultima hora, un día antes en las redes sociales se avisó a los interesados que se suspendía por razones de seguridad sanitaria. 

En realidad, el fallecimiento del formidable pensador de origen alemán fue el 14 de Marzo de 1883 en esta ciudad de Londres, tan famosa por su historia  y por su clima nublado y frío. La cita era a las 13:30 horas y aunque el evento se había cancelado, mucha gente tuvo que pagar sus 5 libras esterlinas del boleto de entrada para pasar a visitar y tomarse la foto junto al enorme busto de casi cuatro metros de altura, donde se encuentran los restos del intelectual alemán y  algunos de sus familiares como su esposa Jenny Von Westphalen, tal busto es una cabeza de bronce de grandes dimensiones con el rostro serio y enigmático del famoso autor de innumerables escritos polifacéticos.

Según la amable mujer que vende las entradas, la tumba de Carlos Marx es la más visitada, gente de todo el orbe llega exclusivamente a visitar la majestuosa tumba y que de hecho, los ingresos para el mantenimiento del cementerio donde también están los restos de otros intelectuales famosos, no fuesen posibles sin la afluencia de los visitantes del alemán que llegan a rendirle tributo y llevarse su foto como recuerdo. Es habitual que la tumba siempre tenga flores, según relata la trabajadora, de quienes con entusiasmo llegan a visitar el cementerio y dejan ramos, rosas o veladoras, como en este día nublado del 2020 que, desde una hora antes del evento supuestamente cancelado, se veían a jóvenes y adultos pasar a tomarse la foto junto a la enorme tumba, la más grande en todo el cementerio. De hecho, había un joven con boina y barba crecida que vestía un abrigo verde olivo que permaneció un rato prolongado enfrente de su tumba preferida, como si tuviese una íntima conversación con los restos que allí estaban depositados, posteriormente el joven compartía la información que aunque el evento se canceló habría un grupo de personas que llegarían a poner al menos algunas flores.

Alrededor de las 14:00 horas, el joven nuevamente llegaba con un grupo de más o menos 15 personas, mujeres y hombres de edad avanzada, aunque también acompañaban al muchacho algunas mujeres jóvenes. Un señor como de 60 años, venía con una bandera roja del Partido Comunista Inglés que nunca dejó de ondear, mantuvo en alto la bandera con firmeza y, a cada rato, como si estuviera entusiasmado en un mítin político, levantaba la otra mano. Un señor de nombre Alex Gordon tomó la palabra enfrente de todas y todos y comenzó agradeciendo a quienes allí se congregaban ese día, a quienes venían de lejos, de otras partes del país y del exterior, se disculpó por la cancelación del evento que realizaban todos los años en memoria del hombre a quien todavía recuerdan, y cedió la palabra a una mujer quien levantando el puño en alto y con una pequeña corona de flores rojas, dedicó unas palabras de agradecimiento al hombre que le hizo ver que otra sociedad es posible, a pesar de las duras circunstancias que se vive en el mundo, enfatizó, y dejó las flores enfrente de la tumba. Pasó otra mujer también levantando el puño izquierdo y repitió el mismo ritual. Terminó el joven de barba repitiendo lo que sus compañeras de consigna habían hecho. 

Nuevamente el hombre alto y blanco de nombre Alex,  tomó la palabra invitando a retirarse a sus casas no sin antes pedir a todas y todos entonar el famoso himno de La Internacional, bromeando para que entonaran sus mejores tonos. Empezó a contar y al llegar al número tres se empezaron a levantar los puños en lo alto, algunos con la mano izquierda, otros con la derecha, pero muy bien entonadas y entonados compartían al unísono su himno colectivo; el hombre de la bandera tenía como buen combatiente ambas manos arriba, una moviendo la bandera y otra acompañando a sus camaradas de lucha y pensamientos, se veían muy conmovidos al repetir la palabra «internacional». Terminaron de cantar y se pudo constatar un subliminal momento, al ver a un anciano darle un pañuelo a su esposa que no pudo contener las lágrimas y se limpiaba sus rojas mejillas con sus dedos pálidos y arrugados. Todos se despidieron y comenzaron a retirarse poco a poco, mientras seguían llegando todavía más personas a la tumba de quién predijera el fin del capitalismo por la unión de la clase trabajadora, ahora dispersa pero aún con la esperanza de cambiar el estado de cosas que impera, aunque sea  empezando por protegerse en sus casas del fantasma doble que recorre ya no sólo Europa,  sino el mundo, esos que no se ven  pero que se rumorean y reproducen devastadoramente, que ya está asustando hasta a las más y los más valientes, los fake news y el coronavirus.

Cristian Martínez

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