Marcela Lagarde en su libro El Feminismo en mi vida. Hitos, claves y utopías , nos dice que la democracia surge en la modernidad como una perspectiva que excluye, en especial a las mujeres, ya que desde la revolución francesa – cuando nace el primer estado moderno nacido de una revolución violenta –, solo en algunos países se les permitió a algunos hombres – con recurso económicos suficientes – la participación política en las urnas de esa naciente democracia occidental, negándole la ciudadanía y el derecho a las mujeres de participar en asuntos que también le afectaban. Por eso no es extraño que desde entonces ya se escucharan la voces de las mujeres que se organizaban por su derecho al sufragio, en Inglaterra surgieron nombres como Mary Wollstonecraft, posteriormente Emily Pankhurst y las sufragistas que, solo después de varias décadas, lograron que se reconociera a la mujer sus derechos políticos y de participación en los procesos democráticos. Ya más adelante, se declararán los llamados derechos humanos, que, por su connotación semántica, también le da un sesgo meramente masculino. Se puede constatar que en tres siglos de modernidad se desarrolló un pensamiento utópico de igualdad entre mujeres y hombres que en realidad no existía. Por eso Marcela Lagarde cuando habla de la constitución de ciudadanía habla de las condiciones de posibilidad de que la utopía sea tópica, es decir, que sea realizable, que suceda realmente eliminando la opresión en contra de las mujeres. No está de más decir que el Feminismo, con mayúscula, no solo es defensor del pensamiento laico, sino que como movimiento político, al criticar al poder, ha planteado la critica certera al modelo de desarrollo capitalista extractivista que sigue sin lograr el desarrollo pleno de las mujeres. Así, el ideal democrático ha planteado a la democracia liberal moderna medidas para establecer la igualdad de género en todos los ámbitos de la sociedad, eliminando todas las formas de discriminación.
continuará…