Ulises Mérida
En esa sintonía, es necesario mencionar la precisa intervención que el profesor John Ackerman hace en la séptima sesión donde nos habla sobre los medios de comunicación y la democracia. Al hacer un diagnóstico de la situación, comienza explicando el giro inesperado que los medios de comunicación han dado recientemente y del estado en que se encuentran, de la crisis de las televisoras privadas en México como Televisa y TV Azteca, al descender el número de sus audiencias frente a las redes sociales que empezaron a tener un auge precipitado en la última década. Éstas, al posicionarse como una red de comunicación preponderante que ha puesto a las audiencias en rebelión, parafraseando a Jenaro Villamil , frente a los grupos de poder emanados del duopolio de dichas televisoras que representaban ambas empresas, en años más recientes. Ya desde 1946, cuando Miguel Alemán Valdés llegó a ser el primer presidente Priísta –el partido originalmente fue fundado como Partido Nacional Revolucionario en 1929, después cambió de nombre por el de Partido de la Revolución Mexicana en 1938 y en 1946 por el de Partido Revolucionario Institucional–, se evidenció su contubernio con empresarios de los medios de comunicación con las primeras concesiones a manos privadas (como la familia Azcárraga) que acompañaron desde ese momento al autoritarismo priísta que caracterizó a los gobiernos de México desde aquellos años –en lo que el ahora derechista Vargas Llosa denominaría la “dictadura perfecta”.
La televisión fue un medio de control y dominación de la opinión pública al estar en contacto directo y constante con la mayoría de la población mexicana, por lo que Televisa adquirió un papel importante en la esfera del poder, un cuarto poder que fue creciendo vertiginosamente hasta la aparición de las redes sociales. Ahora esos medios que se convirtieron en tradicionales entran en crisis al perder audiencias en sus programas, pues, al perder credibilidad después de tanta podredumbre televisiva, la sociedad mexicana también fue cambiando sus exigencias y necesidades. Se pasó de medir a las audiencias a través del rating televisivo a los ‘me gusta’ digitales. Sin embargo, las redes sociales son un arma de doble filo, ya que al ser controladas por grandes empresas privadas internacionales no se tiene control de ellas y, la información privilegiada que tienen de sus usuarios puede ser usada en su contra, pues se ha demostrado su utilización para manipular los gustos y tendencias políticas en tiempos electorales a través de campañas de miedo, mentiras y noticias engañosas.
Tal es el caso de la empresa privada Cambridge Analítica y su participación en el proceso del Brexit en el Reino Unido, o de WhatsApp con Bolsonaro en Brasil. Las campañas de bots que se han demostrado en redes sociales como Tweeter, Facebook, WhatsApp, etc., pueden generar campañas de desprestigio y desestabilización de gobiernos desde los poderes fácticos, ya que por el inmenso poder que están teniendo han tenido la capacidad para censurar a los poderes públicos más altos de las sociedades supuestamente democráticas– como es el caso de Donald Trump y las censuras por parte de Tweeter y Facebook –, lo cual representa un grave atentado y marca un precedente en contra de la libre expresión, independientemente de la tendencia o ideología que tengan los encargados de dichos puestos públicos. Esto representaría un atentado contra el ideal democrático que nos guía nuestro análisis, ya que estaría en concordancia con la tradición liberal democrática–que hemos analizado en nuestras entregas anteriores–, es decir, de utilizar el bien público(espectro digital de comunicación) en su detrimento para favorecer a las empresas privadas y su acumulación especulativa. Sin embargo, las redes sociales también abren un canal de combate y de organización de nuevas narrativas sociales y de combate a las fake news, lo cual abre un nuevo paradigma en la democratización de los medios, por lo que puede ser un ágora y asamblea pero también puede ser un coliseo – retomando la metáfora del doctor Walter Arellano – es decir, que puede haber linchamientos mediáticos que deben ser investigados y regulados para que no haya injusticias. Los medios de comunicación y la democracia se complementan mutuamente.