Ulises Mérida
Es imprescindible ver los procesos democráticos desde ángulos diversos y desde el punto de vista de género, como lo hace Rita Laura Segato cuando nos habla de feminismo, colonialismo y democracia. Desde ese ángulo podemos criticar a la fallida democracia liberal norteamericana y sus retrógrados procesos – con su saliente presidente Donald Trump – que, por lo mismo, nos afirma la profesora, el ideal de democracia al que se aspira llegar – y que ella denomina “democracia real” – está lejos de existir.
Para Laura Segato es necesario ver a la democracia desde una perspectiva descolonizadora y, al igual que Dussel, su visión crítica del eurocentrismo nos va a llevar a encontrarnos con Aníbal Quijano y su colonialidad del poder, concepto que se funda en la explicación de una imposición de clasificación racial como patrón mundial del poder capitalista que opera en todos los ámbitos de la existencia cotidiana . La cuestión de la raza y su clasificación es primordial para la imposición subjetiva de la colonialidad y no solo de la estructura de dominación y explotación que se refieren estrictamente al colonialismo. La colonialidad engendrada dentro del colonialismo no puede existir sin él, ya que: “América Latina fue la primera nueva identidad histórica de la colonialidad del poder y, sus poblaciones colonizadas, los primeros ‘indígenas del mundo’ ”, del capitalismo que se vuelve mundial desde ese momento, dando nacimiento a la denominada modernidad. Esta modernidad se funda en un patriarcalismo machista que es extremadamente violento desde su inicio y bárbaro en la actualidad con su violencia feminista, como es el caso de las mujeres en Ciudad Juárez en el periodo cruento de 1993-1999, por poner solo un ejemplo, recuerda Segato.
La académica feminista nos habla de la necesidad de construcción de ciudadanía, una ciudadanía que todavía no existe al no haber igualdad, elemento necesario de la “democracia real” o “ideal”, que guía este análisis. Así mismo, Segato vislumbra que se pueda dar un giro descolonizador que sea punta de lanza del cambio que requieren nuestras sociedades y posibilite la domesticidad repolitizada en clave feminista, entendida ésta como la domesticidad de las relaciones interpersonales donde el afecto y cariño sea algo normal en la politicidad de las relaciones sociales, en el respeto absoluto de los derechos inalienables de las mujeres, es decir, que la política y sus relaciones se construyan también en clave feminista. Aquí, el feminismo se posiciona como punta de lanza de los procesos democráticos emancipatorios, no sólo desde el punto de vista teórico sino práctico, especialmente por las reivindicaciones mostradas en las calles de muchas urbes del planeta y el derecho inalienable al aborto, apuntalándose como vanguardia política en las movilizaciones sociales de un mundo habitado en su mitad por mujeres. Fortalecer el feminismo es fortalecer el ideal democrático.
continuará…