II. La democracia en el mundo no occidentalizado

Ulises Mérida

En la misma sintonía, cuando el profesor Enrique Dussel habla de la democracia en el mundo no occidentalizado, critica la visión eurocéntrica de entender la historia desde una visión occidentalizada, por lo que es una crítica fundamental al colonialismo del conocimiento. Nos dice que el sistema democrático no es de origen griego, sino que incluso “la palabra misma demos es egipcia y hace referencia al pueblo, a su asamblea… entonces, podemos entender como Grecia toma el sistema político tanto de Egipto como de los pueblos navegantes del Mediterráneo Oriental”. Por consiguiente, podemos entender que en Grecia la democracia fue un sistema abiertamente aristocrático donde sólo participaba una parte de la población, los ciudadanos libres, ya que el cincuenta por ciento de dicha población era esclava. Desde esta visión histórica, el profesor Dussel esboza la evolución de la democracia desde las ciudades helénicas pasando por el imperio romano –con una figura de Senado que después lo hereda el Imperio Bizantino –, el cual tiene su fundamento y  legitimidad en un sistema basado en dioses que amparaban y daban autoridad al demos (de ahí la justificación teológica de esos sistemas políticos), y así llega al cristianismo que absorbe sus remanentes en dos ciudades importantes como Venecia y Génova.

El profesor nos recordará que “Venecia,  fundada en el 800 de la era cristiana, va a organizar una asamblea de democracia directa y …, el siglo XV y XVI, va a tomar a Venecia como punto de partida,[ésta] fue el tipo de democracia moderna que después va a imitar Inglaterra… con su democracia parlamentaria burguesa muy particular, porque va a conservar a la monarquía pero también mantendrá una Cámara de Lores parecida al Consejo Veneciano, aunque después va a ser la asamblea de ciudadanos la que representará el Parlamento Inglés, es ahí donde  va surgiendo la democracia moderna que ya no justifica su legitimidad por los dioses, sino que se va a ir secularizando”.  

Entonces, la democracia moderna según Dussel, va a ser un sistema de legitimación, es decir, para que algo sea legítimo, tiene que contar con el acuerdo de la mayoría de los participantes de una comunidad que ha logrado ponerse de acuerdo a través de una discusión interna, donde se establece la argumentación y el desarrollo de la retórica, la cual se adquiere con una lógica argumentativa. En efecto, cuando el filósofo Dussel nos dice que en “ética lo que es bueno sería lo válido, la validez ética se transforma en legitimidad política” y nos recuerda su debate con Karl Otto Apel y las coincidencias en conceptos clave como “lo válido, que es aquello que termina por ser un acuerdo irrefutable dentro de una comunidad en la que todos los participantes han tenido igual derecho de participar y, han participado sin influencia violenta que los haya obligado a aceptar un argumento por miedo o por corrupción, que realmente acepten el argumento por su fuerza demostrativa”.

Lo que es válido en ética es lo legítimo en política. Así, la legitimidad es entendida como un acuerdo de las voluntades de los participantes en una discusión o problema donde se decide comunitariamente lo que se va a hacer y cada uno debe aceptar lo que se acordó, porque en el fondo se obedece a uno mismo. Esto es lo más cercano al ideal de democracia que venimos buscando y que se aleja de la democracia liberal tradicional. Dussel también nos recuerda que la democracia supone de muchas instituciones.

continuará…

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